Desde la municipalización de la educación y la incorporación al sector educacional de instituciones con fines de lucro en los años 80, la lógica empresarial, competitiva está pasando a ser la dominante. La educación es concebida como un negocio más, es el momentum neoliberal que postula la tesis de la santificación del lucro como motor del desarrollo, de la eficiencia, de la innovación, del aumento de la productividad.
Durante los gobiernos de la concertación y el actual esta es la racionalidad que ha imperado en nuestro país y los resultados están a la vista.
La actual polémica sobre la necesidad o no de prohibir el fin de lucro en la educación chilena nos impone la necesidad de entender lo que es lucro como también plantearse la interrogante básica: ¿Cuál es papel del lucro en una sociedad? ¿Por qué tanta animosidad en contra de éste? ¿Es acaso la educación un servicio tan distinto a otros en donde no se discute el legítimo rol del lucro?
Ahora bien, según la Real Academia el lucro es una "ganancia o provecho que se saca de algo". Esta definición es parecida a la de beneficio: "Ganancia económica que se obtiene de un negocio", de esta manera vemos que en el lenguaje, por lo menos, existe una relación entre lucro, beneficio y negocio.
Beneficio, sinónimo de lucro, viene del latín bene facere (hacer bien). ¿Qué hace bien cuando se obtiene lucro?, ¿Tienen los beneficios alguna utilidad social o son, según lo que muchos creen, una injusta repartición de los frutos del trabajo?.
Los beneficios de cualquier empresa son el resultado de hacer las cosas bien. Si éstos se mantienen en el tiempo, las cosas se han hecho entonces muy bien. El negocio en cuestión ha logrado, antes que todo, satisfacer las necesidades de sus clientes. Ello es especialmente así en los mercados de servicios (financieros, de salud o educación) en donde la satisfacción es un punto crítico. Quien logra esto es alguien que se ha preocupado de conocer las necesidades de sus consumidores y sus capacidades de pago, de manera de diseñar el producto más cercano a éstos.
Se ha preocupado de seleccionar los insumos más adecuados para proporcionar el producto al menor costo posible y los canales de venta más eficientes para llegar a su cliente.
Todo lo anterior lo ha hecho antes de poder testear definitivamente su producto, por lo que el capital que arriesga podría perderse en su totalidad si al final de cuentas sus cálculos eran errados (como ha ocurrido un número de veces en la historia del capitalismo).
En definitiva, el emprendedor es alguien que primero da antes de recibir. Si acierta, recibirá beneficios que no son otra cosa que la remuneración a la escasa capacidad empresarial que existe en toda sociedad.
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